viernes, 29 de abril de 2011

Un partido

Te engulle sin remedio, sin proponérselo, y la resistencia no existe ni se plantea.
Una puerta es la única que divide vida y libertad, de la muerte en vida.

Desde fuera tan solo es una vieja y frágil puerta oxidada; Qué culpa tiene en realidad de que al atravesarla sientas paralizarse tu corazón, que error ha cometido para que lleve consigo la maldición que haga acelerarse tu corazón como si algo o alguien quisiera arrancarte la vida. De todas formas, sigue siendo solo una puerta... pero al mirarla, aunque sea en una foto no puedes evitar sentirte triste y a la vez afortunado de permanecer al otro lado.

Ya estás dentro.
Hay flores y plantas allá donde mires, pero no son flores ni tampoco plantas lo que tú puedes ver; no son sino estatuas vivas de soledad.
La luz lo inunda todo, pero su interior es tan oscuro y triste que se adentra en lo más profundo de uno mismo sin remedio, te atrapa y te lo roba todo hasta que consigues olvidar que existe algo mas allá fuera y dejas de echarlo en falta.

Un día consigues salir de aquel encierro sin esperar nada al otro lado, y ese preciso instante te sacude un viento fresco y reparador que te sacude como si de polvo se tratara todas aquellas sensaciones; sientes volver a la vida, sientes renacer... y sin embargo aunque el único pensamiento que cruza tu mente es el de no regresar jamás, sientes abandonarlo a su suerte.



Así es la casa de mis abuelos y mis tíos, forjada en la soledad, tristeza, egoísmo, codicia y remordimientos ahogados.

Han pasado años desde que escribí esto.

Hoy las cenizas de mi abuelo descansan eternamente bajo la sombra de un olivo, y el tiempo me ha enseñado a crear un caparazón que me impide que el pasado se apodere de mí de esa manera, y sin embargo...sigo sin poder evitar sentir que cada hora trascurrida en ese lugar me arrebate años de vida. En ningún lugar como en ese el pasado me atrapa y me hace sufrir de esa manera.

En fin, que parto esta tarde hasta allí, y voy con ganas de disfrutar de todo, del mar, las nubes, el sol, el viento, (de la lluvia...), veremos quién gana esta partida, si la casa o yo.

Apuesto por mí misma.

miércoles, 20 de abril de 2011

Monos

Una de las primeras cosas que aprendes cuando comienzas a programar aplicaciones de usuario es a crearlas como si el destinatario final fuera un mono con pretensiones de destruir tu trabajo. Se deberá tener en cuenta que tocará todo lo que no deba tocar, y dejará de tocar lo necesario para que dicha aplicación funcione correctamente. Da igual lo sencilla que parezca la aplicación, es lo menos importante.

Así pues yo me pregunto... el señor que programó el chisme que hace que funcione una lavadora, ¿por qué no comprobó que el "mono" se había acordado de cerrar la puerta del dichoso aparatejo?

Al menos es una forma barata de tener piscina en casa. Lástima que no haga calor.

lunes, 11 de abril de 2011

Vivir del aire

Tenía todo y nada al tiempo.
Todo lo que cualquiera pudiera querer pero nada que le importara; y se transformó en máquina, perdió el calor de su cuerpo, su corazón comenzó a enfriarse y su mente olvidó soñar; quedó tan solo una única idea enquistada en su mente.

Cada día se transformó en una lucha contra el tiempo, en una sucesión maquinal de horas sin apenas sentido y en la que nadie más existía.

Cada día se sentía más cerca de su objetivo, y según se acercaba la sonrisa de sus labios se evaporaba, la soledad le desgarraba el alma, y se alejaba de toda realidad para vivir ese sueño que solo ella comprendía. Fue entonces cuando aprendió a mentir.
Una palabra, una mentira; una sonrisa, un millón de mentiras.

Su único vínculo con este mundo se convirtió en un maldito cuaderno del que parecía depender su vida, un espejo que le devolvía una imagen distorsionada de si misma y una báscula, hasta que llegó el día en el que llegó a convencerse de que había alcanzado su objetivo: había aprendido a vivir del aire.

Olvidó ser feliz, olvidó que un día, antes de perseguir ese estúpido y destructivo sueño lo había sido, y se olvidó de ser humana, de sentir, de reír, de mirar, de volar, y aprendió a llorar en silencio, a sufrir en soledad y a adorar su fuerza de voluntad.
Se olvidó de vivir y comenzó a morir.



Desde el otro lado no podía mas que observar las devastadoras consecuencias de aquella enfermedad que se estaba llevando a mi hermana. Cada kilo que perdía abría un agujero en mi corazón; difícil comprender el dolor y la impotencia que sentía al verla marchitarse día a día mientras lo único que podía hacer era odiar un poco mas esta maldita sociedad.
A su alrededor nadie parecía querer darse cuenta de la realidad; comprendí que no hay mayor ciego que aquel que no quiere ver, y que la mentira más absurda puede ser tomada como verdad con el simple hecho de querer creer.