viernes, 28 de octubre de 2011

Volver a la vida

Domingo 25 de Septiembre del 2011; once de la noche.

Acabo de acostar a Zoe.
Hoy le he leido un cuento de los hermanos Grimm que adoraba cuando tenía cinco años, pero los tiempos parecen haber cambiado demasiado, y me escucha mientras se adormece arropada en su cama, esperando a que el sueño le venza o a que la historia termine al fin. No veo la chispa de emoción en su mirada que yo espero, ni siquiera curiosidad.

Al terminar, la pequeña me pregunta si mañana podrá ver la televisión antes de dormir, y con un puñal en el corazón le miento respondiendo que lo pensaré. Sus ansias de volar parecen crecer día a día, pero me cuesta abrir los ojos. Necesito tenerla a mi lado cada noche. Sus grandes ojos oscuros y sus pequeñas manitas es todo cuanto me queda.

Esta tarde me ha preguntado por qué su madre se fue; con tristeza me ha confesado que ha olvidado su voz, que tan sólo recuerda la imagen de una foto que todavía permanece en un cajón de mi dormitorio. Desapareció de su vida cuando tenía tres años, y solo ha tardado uno en desaparecer de su memoria. Solo espero que un día desaparezca completamente.

Lo intenté un día; borré cualquier rastro de su presencia pretendiendo olvidar que algún día existió, pero no fui capaz de romper aquella primera foto que me regaló una tarde, cuando ni ella ni yo eramos las mismas personas, cuando todavía no dedicaba cada noche a maldecir el día que la conocí.

Un día decidió irse.
Una noche decidió que no quería hacerlo sola.
Y se vistió con su vestido blanco.
Y la vistió con su vestido azul.
No dejó ninguna nota, pero sí sus zapatos en el alféizar.
Y saltó llevándola en sus brazos.

Ha pasado un año y esto es lo único que me queda, un recuerdo que quisiera ser capaz de olvidar.
Me sentaba en el sofá, frente a la televisión apagada, e imaginaba cómo sería mi vida si hubiera llegado cinco minutos antes, solo cinco minutos...; tras varias noches sin dormir decidí hacer lo imposible, devolverle la vida.




Lunes 26 de Septiembre del 2011; diez y media de la noche.

Tan solo queda una semana para su cumpleaños, y hoy me ha preguntado si podrá tener una tarta "de las de los novios" pero con un perrito en lo alto, y reprimiendo las lágrimas le he dicho que sí mientras le besaba en la frente.
Tendrás siempre todo cuanto desees.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Estrellas

Nadie le había presentado las pruebas adecuadas para ello, así que a pesar de contar solo cinco años, no creía en dios.
Sólo creía en la vida tal y como la conocía, sin adornos ni magia fuera de aquellos cuentos que leía antes de acostarse, y así creció sin creer en princesas ni príncipes azules, ni siquiera en reyes magos o ratoncitos pérez, y jamás le importó no hacerlo.

Un día su abuelo le preguntó que si rezaba antes de acostarse, y ella le respondió que no.
La intentó convencer de la importancia de hablar con dios cada noche para que nos protegiera, y sin saber que responder le prometió que lo intentaría.

Esa misma noche intentó rezar, pero no supo cómo hacerlo. Comenzó repitiendo en voz bajita el padrenuestro, ese texto que para ella no tenía ningún significado pero que le habían hecho memorizar, y cuando terminó no supo cómo continuar.

Terminó hablando claramente a dios y le dijo:
- Oye, si quieres que hablemos ¿por qué no puedes bajar aquí? es dificil hablar con alguien a quien no veo, es como hablar con una lámpara o una piedra -, y esperó una respuesta mientras vió correr dos minutos en el despertador.
Cansada de esperar se volvió a dirigir a dios despidiéndose de él
- Ya sabía yo que esto era una tontería y que no existes, me gustaría decírselo al abuelo, pero no quiero darle un disgusto.

En ese momento salió de su cuarto y se dirigió a su madre:
- Mamá, ¿tu rezas?
- No hija, yo no creo en esas cosas.
- ¿Por qué?
- Porque he tenido que sufrir demasiado en la vida como para seguir creyendo.
- ¿Y tu crees en algo?
- Creo en las estrellas - y dirigiéndose a la ventana señaló el cielo - ¿ves esa que brilla tanto?
- Sí, la veo.
- Si te fijas bien verás que parpadea, eso es porque nos está hablando.
- A mi no creo que me hable, no me conoce.
- Claro que te conoce.



Incluso de pequeña era incrédula, como no voy a serlo ahora...


martes, 4 de octubre de 2011

Inestabilidades

A veces siento que nada me importa, que puedo pasar por alto todas las inestabilidades de mi vida, y me engaño.
Comienzo a darme cuenta de ello cuando mis sueños se transforman en aburrida rutina y realidad, y se tiñen de miedos y fracasos.

Hace dos meses que me comunicaron el cierre definitivo de la empresa; desde entonces rumores, entrevistas y negociaciones se suceden sin cesar. Mientras sigo acudiendo a mi puesto de trabajo cada día, aunque no tenga nada que hacer. Todos los días son iguales y sin embargo cada día es distinto y pierdo por el camino las motivaciones iniciales para seguir adelante aprendiendo cosas nuevas y sintiendo que aprovecho el tiempo, y olvido que me gustaba leer, escribir o escuchar música, y recuerdo que hace muchos años ya me sentí así, que dejaba volar el tiempo sin darme cuenta de lo que hacía con él, matándolo simplemente.

Hace tres semanas que me atropelló un coche en un paso de cebra mientras patinaba (o lo atropellé yo, aún no lo tengo claro). Durante dos semanas me dolió el codo y hombro izquierdo y la cadera derecha, por lo que tuve la escusa perfecta para olvidar también que me gustaba patinar y tocar la guitarra.

Me encuentro a veces en casa, en silencio, y miro a mi alrededor sin encontrar algo que me haga reaccionar, creo que podría pasar las horas simplemente mirando una pared si no me esforzara en evitarlo. Me preguntan qué me apetece hacer, a quién me apetece ver, y mi respuesta es clara: dana; nadie.

Tengo diez entradas para el blog en borradores que jamás creo que llegue a terminar, demasiados blogs pendientes que tampoco creo que llegue a leer, y todo el tiempo del mundo para hacerlo sin desearlo. Dentro de poco apenas tendré tiempo para todo esto, quizá sea a eso a lo que le tenga miedo y reacciono de esta manera tan absurda.
Tengo la suerte de haber encontrado otro trabajo en el que empezaré en menos de un mes, pero los cambios en mi vida me afectan como podrían hacerlo a un niño pequeño o a un anciano, es de risa, porque no quiero ser así, pero tampoco puedo evitarlo.

Ayer comencé a aprender una nueva canción con la guitarra; me pregunté cómo era posible que hubiera olvidado con tanta facilidad lo que siento al tocarla, y decidí poner remedio a todo esto.



Y ahora, para que la entrada no sea tan deprimente, un comentario sobre el accidente que sufrí.
No quise decirle nada a mi madre, no me gusta que se preocupe innecesariamente pero tampoco me gusta el hecho de ocultarle algo, así que me esperé dos semanas para decirselo. La conversación fue así:

- Sabes... el otro día me atropellaron mientras iba con los patines
- Ay hija.... ¡si es que van cómo locos! entre los patinadores, los de las bicis y los monopatines, esta ciudad es una locura, ¡a mí también estuvo a punto de atropellarme un patinador el otro día cuando volvía del supermercado, ¡no veas el grito que le pegué!
- Ajá........

No sé si debiera, pero al menos mi conciencia se ha quedado bien tranquila.