domingo, 30 de enero de 2011

Nacer con suerte

Hoy el Príncipe Felipe cumple 43 años... y dudo que le importa demasiado la edad de jubilación (si fuera por años cotizados creo que moriría de hambre cuando le tocara), el paro, o la crisis económica; suficiente trabajo tiene con aguantar la estresante vida real, cargada de comidas y viajes, con la prensa observándote y sacándote nuevas arrugas, y la obligación de tener mas y mas hijos para conseguir repoblar España de españolitos tan sólo con ayuda de sus hermanas.

Yo cumplo 29 años, y aunque a mí sí me afecta la vida real no me cambiaría por él aunque pudiera hacerlo; me gusta saber que aunque sea un títere mas de este mundo, todavía puedo tomar el control de mi vida, equivocarme sin que a nadie le importe, andar sin que nadie me conozca y mandar a tomar por culo a quien se lo merezca sin salir en los telediarios.

Desde pequeña la gente mayor me intentaba convencer de la suerte que tenía de compartir cumpleaños con el príncipe. ¿Suerte? ¿¿Suerte?? si alguien entiende por qué tengo suerte que lo diga, tal vez haya nacido con estrella y todavía no me he dado cuenta, porque el que los abuelos recuerden el año de mi nacimiento por el mundial de naranjito, y las abuelas lo hagan por el cumpleaños del príncipe, creo que no tiene precio.

En fin, familia real aparte, quería pediros un regalo. Tranquilos, que no es un billete de 500 euros (aunque si alguien quiere enviármelo, lo aceptaría con gusto), es tan solo que me regaléis una canción, ¿puede haber mejor regalo que descubrir una buena canción?

miércoles, 26 de enero de 2011

Excelente

El ámbito laboral no es mas que una guardería de adultos.

Tal es así que he llegado a olvidar el nombre real de algunos de los personajes que han pasado por aquí y de otros ni siquiera he llegado a saberlo nunca.
En estos años he coincidido con el Hombre de Gelatina, el Pelotilla, el Clic, Clark Ken, el Hombre que corre, la Troll, el Estirado o el Truñón, pero el que sin duda me ha hecho plantearme mas veces si existe un subgénero humano especial donde poder englobarlo, es el Sr. Burns.

Rondará los 150 años; es flaco, medio calvo y con manchas en la cabeza; vaga siempre en silencio, sin rumbo y con las manos tras la espalda, y la verdad es que su presencia me da cierto repelús. Cada vez que lo veo aparecer por la sala en la que trabajo caminando hacía el final y volver sin mas me lo imagino al acecho, esperando el segundo exacto para sacar su guadaña y llevarse una pobre alma con él.
A pesar de desconocer la existencia de palabras como paciencia o educación, se trata de un cultureta, que además de trabajar en un banco, es crítico de arte, escritor y columnista en un periódico; debido a ello y a siglos de experiencia se cree por encima de todo y todos.



Si hace unas semanas se cansó de una reunión y nos lo demostró levantando la mano para que nos fuéramos como si fuéramos perros, esta vez ha ido un paso mas allá.

Estando en una reunión con otro jefecillo compañero suyo, ha aparecido en escena. Nos ha observado cinco segundos para que le prestáramos atención, y al no conseguirlo directamente nos ha dicho: "perdonad pero tengo un asunto importante que tratar".

Nos hemos quedado todos esperando aquello que tenía que contarnos cuando ha mirado directamente a su compañero y le ha dicho "quiero comprarme otro coche y tengo dudas, no sé si comprarme un BMW o un Mercedes, ¿qué te parece?" Se han pegado mas de un veinte minutos hablando sobre los pros y contras de una y otra marca, sobre modelos, colores, terminaciones y potencias mientras los trabajadores de mi empresa les contemplábamos en silencio, con cara de incredulidad y preguntándonos si nosotros al menos cobraríamos este mes.

Nos ha alegrado al menos la cara cuando ha terminado su conversación con un "excelente".

jueves, 20 de enero de 2011

Creer

Despierto con el sonido del teléfono.
Al otro lado una voz titubea; no sabe cómo decirme que mis padres han muerto, pero de alguna manera he despertado sabiéndolo; intento no hacerlo más difícil y con una voz que no es mía responde "Tranquilo, lo sé".

Acudo a la casa en la que mis padres vieron pasar una eternidad de días, en la que murieron en una sola noche, y donde ahora mi hermana llora desconsolada sobre el cuerpo de su madre.
Parecen dormir placidamente; incluso la sonrisa de sus labios me hace pensar que están teniendo un sueño agradable del que no desean despertar. Tal vez la muerte no sea siempre dolorosa, tal vez podría considerarlos afortunados de dejar atrás la realidad y adentrarse un mundo de ilusiones sin fecha de caducidad.

Un latigazo de ira me hace regresar; mi hermana me observa incrédula, dolida y con furia en la mirada. No alcanzo a comprender que sucede hasta que siento la calma de mi rostro y la sonrisa en mis labios. Sé que no va a ser capaz de decir nada, nunca lo ha hecho y esta vez no es diferente; vuelve a contemplar a su madre, a nuestra madre, y deja que de nuevo le inunde el dolor de la pérdida, supongo que es un sentimiento más sencillo y fácil para ella.

No hay notas ni pruebas materiales, pero sé quien, por qué y cómo ha hecho esto. El mismo veneno que sumió a mis padres en un sueño eterno ahora contamina mi sangre clamando venganza.
Abro la puerta de su casa intentando no hacer ruido; paso por delante del salón y lo veo de espaldas a mí, no es mas que un zombie alimentándose de bazofia televisiva.

Paso de largo en dirección a la cocina, escojo un cuchillo manejable, no demasiado grande, y voy a su encuentro.
Apenas nos separan unos pocos metros; él continúa de espaldas, patéticamente indefenso.
Le acaricio el cuello, rozo el lóbulo de su oreja con mis labios y le susurro cinco únicas palabras. Aquel "sé lo que has hecho" se desvanece en la habitación mientras abro un profundo tajo en su garganta.
Observo como según se apaga su vida se tiñe su camiseta de rojo, como sus ojos van perdiendo brillo mientras me observan suplicando una ayuda que obviamente no va a recibir.

Soy consciente de que mis huellas están en el cuchillo, pero también lo están en el resto de la casa, así que no le doy importancia.
Limpio mis manos, no soporto la viscosidad de sangre sobre mi piel.

Entro en el dormitorio que un día sentí como propio y precipitadamente preparo una mochila en la que tan solo meto algo de ropa e inexplicablemente, la cámara de fotos. Después, huyo. No sé a dónde ni por cuanto tiempo. No sé si un día podré volver; tampoco sé si un día querría volver, solo huyo.
Todo el odio, la impotencia, la culpabilidad; todo desaparece. Me siento libre; siento una paz indescriptible. Mi corazón late tranquilo, mis párpados se cierran sin remedio.



El tronar de mi propio corazón me hace despertar.
Siento haber dormido una eternidad, haber vivido una pesadilla que no sé distinguir de la realidad. La duda me ciega, el dolor y el asco que siento por mi misma se intensifica, quisiera volver a dormir, pero dudo poder hacerlo.

Siento una caricia en mi hombro.
Tiene el pelo castaño y largo, barba de algunos días y ojos oscuros. No sé quien es, pero dice que me quiere, que todo ha sido un sueño.
Me besa; me abraza, y yo le correspondo. Quiero creer y lo hago, siento engañarme a mi misma, pero le creo; me quedo junto a él.

martes, 11 de enero de 2011

Tres canciones



Hace mas de dos meses que su padre pasó a ser tan solo un recuerdo.

Desde que murió, la música no existe mas allá de una sucesión de tres canciones; el tiempo ha hecho el resto, y cada una de ellas ha aprendido a atravesarla y a hundirse de una manera precisa y milimétrica en los órganos necesarios que permiten que su vista traspase paredes, y que rechace cualquier tipo de ley que dicte las normas de la lógica o el absurdo.

Pasa el tiempo; ella no está dispuesta a olvidar tan fácilmente.
Cada una de esas canciones le ayuda a no hacerlo. Sonaban en el momento en el que conoció su marcha, y desde entonces le hablan de él, le recuerdan su rostro mejor de lo que una fotografía podría hacerlo, y le hacen escuchar de nuevo aquella voz que ya solo existe en su memoria.

No sabe por qué; sabe que debe hacerlo, pero no quiere dejarlo ir.



Podría haber enlazado las tres canciones de enya que mi madre escucha una y otra vez, pero en lugar de ello he elegido unas un poco mas de mi estilo:
- Somewhere over the rainbow de Israel Kamakawiwoʻole
- Un millón de estrellas de Stravaganzza
- Parte de mí de Saratoga



miércoles, 5 de enero de 2011

Christmas Eve, Sarajevo 12/24

Es solo una plaza.
En su centro puede verse una hermosa fuente de piedra rodeada por numerosos edificios de la Edad Media, y entre ellos una gárgola tallada en la cornisa de una antigua iglesia lleva miles de años tratando de comprender qué esconde el alma humana. Son muchos los años que han pasado, pero sigue siendo un misterio para ella.



Es el año 1990; por primera vez desde el Imperio Romano, Yugoslavia puede llamarse una nación libre.
Serdjan Aleskovic no puede creer la suerte que tiene de seguir vivo y ser joven en ese momento: el futuro reluce ante él en lo que parece que será el mejor de los tiempos vivido por aquella tierra.
Sin embargo, no pasa demasiado tiempo hasta que hombres con mentes muy cerradas comienzan a instaurar la semilla del odio entre sus vecinos, y el joven e impresionable Serdjan acaba uniéndose junto con sus amigos a una milicia serbia, y acudiendo cada noche a las colinas que rodean Sarajevo para disparar proyectiles sobre la ciudad, mientras en el mismo momento Katrina Brasil, una joven musulmana, compra armas a los traficantes y uniéndose a los suyos, comienza a disparar con ira hacía las colinas.

Los años pasan.
Se acerca el final de Noviembre del 94 cuando un anciano que había salido de Yugoslavia hacía décadas regresa a su ciudad natal para encontrarla completamente destruida. Con la primera nevada del invierno y una profunda herida en el corazón acude a aquella plaza en la que un día estuvo aquella fuente de piedra, y busca en el cielo el porqué de todo aquello.
El sol comienza a ocultarse y la ciudad vuelve a iluminarse con las descargas de los proyectiles, y aquel anciano, lejos de buscar un refugio, saca su violonchelo de su funda y comienza a tocar melodías de Mozart y Beethoven. Desde ese día, cada atardecer repite este ritual, y cada noche, el sonido de la guerra entremezcla los pensamientos de Mozart y Beethoven con los de Serdjan y Katrina, a través de tierra de nadie.

El invierno intenta cubrir el suelo de una temporal inocencia, pero la guerra continua, y su violencia y brutalidad aumentan día a día.
Una mañana de Diciembre, Serdjan atraviesa con su patrulla el patio de una escuela infantil en la que poco antes había estallado un proyectil cubriendo el suelo con los cuerpos de los niños.
Cuando regresa a sus líneas no pude borrar de su mente las caras de aquellos niños inocentes, y se hace mas consciente que nunca de que cada proyectil que disparaba lo hacía sin saber dónde iba a caer y tal vez, sin querer saber dónde iba a hacerlo; decide que no era una destrucción de su nación por lo que quería luchar y que desertará a la primera ocasión que se le presente.

Es 24 de Diciembre. El anciano ha cambiado las ya habituales melodías clásicas por villancicos.
Sentado en un búnker, Serdjan escucha un lamento: la fusión del sonido del terror con otros que reclaman la paz. Desde el otro lado del campo de batalla, Katrina también lo está escuchando.
Había dejado de nevar y el cielo está completamente despejado cuando el sonido del chelo cesa. En un acto irreflexivo y arriesgado Serdjan y Katrina comienzan a correr en mitad del campo de batalla hacía lo que un día fue la plaza del pueblo.

Llegan justamente en el mismo momento, y sabiendo que han acudido por la misma razón no luchan. Se acercan lentamente al lugar en el que poco antes había fluido la música y se encuentran al anciano con el rostro ensangrentado y su chelo junto a él, destrozado.
Una gota cae del cielo de Sarajevo limpiando algo de sangre del rostro del anciano. Serdjan mira hacía arriba pero no puede ver nubes, tan solo advierte como le observa la vieja gárgola.
Decidido a abandonar esa guerra, Serdjan se vuelve hacía la joven invitándola a huir con él. Por un momento ella rehúsa, no le ve a él, tan solo ve un uniforme serbio. El le dice én no es todo lo que ella ve, y tras ganarse su confianza se alejan en la noche juntos.


Esta historia corresponde al disco Dead Winter Dead de Savatage, y se basa en la historia del famoso chelista de Sarajevo Vedran Smailović que durante la guerra estuvo tocando su chelo durante 22 días seguidos en honor de las 22 personas muertas mientras esperaban para recibir pan.

La canción que he enlazado es de ese mismo disco, y se llama Christmas Eve, Sarajevo 12/24. Merece la pena al menos ver y escuchar este video.

Y con esto, me despido de las navidades.

lunes, 3 de enero de 2011

Propositos para el año nuevo

Disfrutar de la vida.



De momento he comenzado el año cumpliendo mi objetivo.
Veremos si soy capaz de cumplir otros 362 días y colorear poco a poco la foto de este año.