sábado, 7 de enero de 2012

Reyes

- ¿Recuerdas aquel día? tenías siete años.
A alguien se le ocurrió comentar en la mesa que al que le salía la sorpresita tenía que pagar el roscón, y tú estabas deseando que no apareciera en tu trozo, pero cuando echaste un vistazo entre la nata casi se te saltan las lágrimas al pensar que todos tus ahorros estaban sentenciados. Pensabas que nadie te miraba cuando escondiste aquella pequeña corona entre tus manos y creíste engañarlos cuando mentiste al decir que no estaba en tu trozo. Ese día todos simularon desilusión al no encontrar la sorpresa en ninguno de los trozos, e hicieron tan bien su papel que acabaste sintiéndote culpable y confesando que te había salido a ti, pero que no podías pagar el roscón. Todos rieron; tu no.



- ¿Y recuerdas la época en que tanto en el roscón de reyes como en el de tu cumple salían jarroncitos en miniatura y vasijas varias? para nosotras siempre era bastante decepcionante, pero a mamá le gustaban y los tenía todos puestecitos en una estantería junto a la tele.
- Al que no le gustaban tanto era a papá, al que se le olvidaba mirar dentro del trozo antes de morder, ¡y acababa haciéndose daño en un diente todos los años!
- Y nosotras lo mirábamos esperando ese momento para reírnos de su despiste mientras mamá le echaba la bronca.
- ¿Tú crees que nos engañaba?
- No sé... ya sabes que papá es muy raro, pero tal vez sí.

- Y mira esta bailarina gordinflona. Me salió a mí en aquellos años en los que eras gimnasta, y al verla grite, ¡mira!, una figurita igualita a ti cuando bailas
- Cuando la vi me llevé una gran decepción y me enfadé bastante contigo.
- Me encantaba hacerte rabiar, pero no me culpes, yo solo hacía lo que tenía que hacer, eran mis funciones como hermana mayor.
- En muchas ocasiones te odiaba.
- Tranquila, yo a ti también, pero era un odio de los buenos, si es que eso existe.

- Y aquí está mi preferida. Me encantaba esta estrellita que brillaba en la oscuridad.
Recuerdo que cada noche me metía bajo la sábana y la observaba brillar a oscuras, pero temía que se le gastaran las pilas, así que solo la tenía durante un par de minutos. Cuando me enteré de que no se gastaba me sentí poseedora de un objeto realmente mágico, y se convirtió en mi mayor tesoro. No sé en qué momento lo olvidé, incluso pensaba que estaba ya en la basura.

- ¿Y el día que me salió un haba seca? pensaba que había sido una broma, pero mamá me dijo que era afortunada, que esa haba me traería suerte si la llevaba conmigo. Y así lo hice durante mucho tiempo, ¡hasta le puse nombre!
- La verdad es que nos encantaba el día de reyes.
- En realidad durante los años que trabajaste en la pastelería aprendiste a odiar ese día y cualquier otro que conllevara el tener que hacer roscones.
- Y sigo odiándolo.

- Y a ver qué más hay en la caja... una pareja de ciclistas, unas tacitas de café con imán, un elefantito verde, un patito, un duendecillo, un Papá Noel, y mira....la mariposa roja. La queríamos las dos, así que mamá se la dio a nuestro hermano, quien acabó rompiéndola.
- Sí, y luego la pegamos pensando que no aguantaría, y mírala, tantos años después aquí sigue...
- A mi me sigue gustando
- Y bueno, ¿qué hacemos con ella?
- Ponla en la caja con el resto, no te molestes en sacar nada, mejor vamos a tirarla tal cual.
- No puedo….
- Ya lo hago yo, pero alguien tiene que hacerlo.