El mago le pidió que escogiera una carta.
Así lo hizo y todos pudimos ver que la carga escogida era una sota de espadas.
Con la sonrisa en la cara del que sabe que algo va a salir bien, el mago le dijo, deja que vea, tu carta no será... del palo de espadas.
Sí, dijo el muchacho.
No será la sota de espadas, respondió el mago sin perder esa completa seguridad.
No, respondió esta vez el chico. Todos nos miramos extrañados, pero nadie abrió la boca por la simple curiosidad de ver como salía de esa situación.
Contrariado el mago le dijo, bien. Vamos a ver, pon la carta sobre la baraja, ahora corta y dejame que mirando la baraja pueda adivinar cual era tu carta. Fue pasando rápidamente las cartas, una a una, hasta que de repente miro de nuevo al frente y le dijo, no me estarás engañando, ¿de verdad que no era la sota de espadas?.
No, volvió a responder.
Mi cara debía reflejar que en la situación sucedía algo extraño, porque el mago me preguntó. ¿Tú has visto la carta?. Sí, le respondí yo. ¿Y no era la sota de espadas?. Eso te lo tendrá que responder él, le dije yo.
Ya sorprendido de que semejante simpleza de truco hubiera fallado le dijo. Está bien, tu carta no era la sota de espadas, ¿cuál era entonces?.
El muchacho respondió en ese momento: Era el diez de espadas.
domingo, 16 de mayo de 2010
El diez de espadas
Etiquetas: historiadero
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